Desaparecer

billy-elliot-2000-09-g

Billy Elliot, la película del niño de 11 años que prefirió aprender ballet en vez del boxeo y que le crea tensiones a su familia, que está metida en una dura huelga de trabajadores, muestra una frase que es genial y que podría (debería) extenderse a todas las profesiones.

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Oda a mis anteojos

Súperman

Si en algo envidio al Supermán con poderes

es que tiene supervelocidad

y es capaz de recoger en el aire

los anteojos de Clark Kent

si es que su hijo se los tira jugando

 

O porque tiene visión de Rayos X

y puede ver incluso cuando

los anteojos se le nublan cuando

toma sopa muy caliente

 

Pero en lo que me debe envidiar el Supermán con poderes

es que él usa sus anteojos para esconderse,

mientras que yo los uso para enfrentar al mundo con valentía

y que me bastan para tener una supervisión 20/20

 

¡Pobre, Supermán! Escondido detrás de su miedo

a ser descubierto y quiere achicarse detrás de los cristales

mientras yo me agrando y no necesito de más

superpoderes para verte

* A Lulú

Irremediablemente

Chaplin

El ambiente apesta, irremediablemente, a cheque,

y los cobradores lo saben.

El trabajador recibe con angustia el pago;

ya no es ni siquiera puede estar contento por unos minutos

sabiéndose que su billetera rompió la dieta

que hizo por casi un mes.

Al terminar su labor, el trabajador se irá,

irremediablemente,

rumbo al banco para sacar su salario.

 

Si tiene suerte, lo atenderán hoy mismo,

luego de sortear una eterna cola.

Todos sufren por lo mismo en la fila,

pero nadie se compadece por el de adelante,

o por el de atrás.

Solamente alcanza para estar pendiente

de que un cajero se apure y se desocupe

para pasar a recoger un sueldo que

lejos de alegrar, acongoja.

Así, los dueños del mundo nos tienen atados;

ellos pagando para que,

irremediablemente,

de inmediato se los devolvamos

en forma de préstamos, alquileres y deudas por cobrar.

La única diferencia es que por algunos segundos

nos sentimos dueños de nuestro salario.

 

El ambiente apesta, irremediablemente, a cheque.

Y los dueños del mundo lo saben.

Se enojan un poco al pagar,

para que no sospechemos.

El artista de Hamelin

Hamelin
En una lejana aldea, conocida como Hamelin, de un país muy lejano, hubo una epidemia de ratas y ratones que había surgido por la dejadez de las autoridades, pero también de la población. La plaga se había apoderado de tal forma del poblado, que afectaba todos los ámbitos, desde el personal y familiar hasta el social.
Lo asombroso es que a nadie le importó saber qué causó esta epidemia. Para muchos, las causas, obviamente, eran la falta de higiene, de políticas públicas, así como de no haberse ejecutado los fondos públicos que se habían destinado para prevenir desastres. Las autoridades ya se habían acostumbrado a reaccionar ante las malas noticias, y la población había dejado de exigir programas de prevención.

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Apología del subordinado

Businessman shouting at another businessman

Ser jefe es lo peor que te puede pasar. Al principio, cuando finalmente te ascienden, pensás que finalmente lo habías logrado, y que, ahora sí, todo iba a mejorar, no solo para tu economía familiar, sino que para el trabajo mismo, porque seguramente ya estabas harto de tu jefe anterior, quien hizo bien en irse o morirse, o saber qué le pasó, porque ya nadie lo aguantaba, especialmente vos.

En alguno momento, jamás pensaste que asumirías, porque al jefe anterior parecía pegado con chicle en el poder, y creías que difícilmente lo despedirían, ya sea porque era el dueño de la empresa (o el hijo), o bien era alguien de confianza del dueño, así que no creo que lo hayan despedido.

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