Cuando los gemelos bajaron a Xibalbá, seguramente sentían mucho miedo. Quizá ese miedo genético había despertado con las historias de su abuela Ixmukané, que le decían cómo habían muerto sus padres. Tal vez, incluso, les había hecho jurar que nunca volverían ahí.
Pero si algo tiene el Popol Wuj es ese sentido de dignificación de las personas y de los pueblos. Los gemelos sabían que no vivirían tranquilos hasta enfrentar ese destino que había hecho que sus padres fallecieran.
Sí, la muerte de sus padres había sido injusta, como casi todas las muertes, aunque en realidad muchas muertes aún llegando en el momento justo las percibimos, invariablemente, como injustas.