25 mejores libros que leí en 2022 (incluidos 5 guatemaltecos)

Al finalizar este año, quiero dejar mis recomendaciones sobre los 25 mejores libros que leí en este año. Aunque podría haber hecho también de los libros que leí y que no recomendaría, o de aquellos que dejé de leer porque no los soporté, prefiero centrarme en lo positivo y dejar estas recomendaciones por si alguien necesita un empujón para leerlos.

Los enumero del mejor y en orden descendente, aunque de los 25 que enlisto todos les he dado calificación de cinco o cuatro estrellas (de cinco) en Goodreads, o sea que podría invertirse el orden sin mucho problema.

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Entran unos escritores guatemaltecos a una fiesta…

A veces me sorprendo con pensamientos tan absurdos como el de pensar cómo sería una fiesta, con baile y guaro y todo, en la que asisten escritores guatemaltecos, en buena parte basados los pensamientos en esa foto de Miguel Ángel Asturias bailando en El Salvador como que si no hubiera un mañana.

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La chica que mandaba a los hombres por un tubo de Julio Calvo Drago

Esta novela juvenil, La chica que mandaba a los hombres por un tubo, de Julio Calvo Drago (1969-2021), una de tantas personas valiosas que se llevó la pandemia, está pensada como parte de un programa de lecturas para estudiantes de secundaria. Sin embargo, tiene cosas interesantes.

No hay que perder de vista el contexto de la creación, ya que hay ciertos vacíos que se podría señalar en la novela, pero que es comprensible que no se hayan llenado, ya que se hubiera complicado para el lector al que estaba dirigido.

La novela está diseñada a modo como que cada capítulo es un programa de radio, y el narrador es el locutor y protagonista de la obra: Nik. Relata la historia de su juventud de cuando conoció a Olivia, una novia de juventud, a quien recuerda con mucho cariño.

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Lecturas de medio año 2022

Me he propuesto que en este 2022, lea al menos dos libros por semana. Muchos dirán que sí, que depende del tamaño del libro o su facilidad. Lo cual es cierto. Pero la verdad es que no me he puesto muchas condiciones para elegir los libros y he ido tomándolos según me han dado ganas: algunos extensísimos y otros más rápidos de leer. Pero eso no importa.

También me ha pasado que he empezado a leer un libro y lo he dejado: la mayoría de las veces porque no me he sentido cómodo o porque creo que no es mi momento para leerlo y creo que en unos cuantos meses podrá ser posible. Otras veces sí me interesa el libro, pero he estado tan distraído y su complejidad hace que tenga que regresar páginas, por lo que también considero que en otro momento puede ser más adecuado. Y otros que los he dejado de leer, simplemente porque no me gusta y probablemente no lo vuelva a tomar.

Es decir, que en algunas ocasiones he perdido el tiempo. También es que ha habido semanas (en especial en enero, que dejé de leer el 13, y el siguiente libro lo tomé hasta el 16 de febrero) en que he dejado de leer. Pese a ello, he ido cumpliendo con mi meta. Es decir, que si mi meta es leer al menos dos libros por semana, al final del año debería haber leído 104 libros. Y hasta el 30 de junio, llevaba 64 (12 más de los 52 que debería llevar). Entonces todo bien.

Me hace ilusión recomendarles las mejores lecturas que he hecho en este año y he elegido el sistema de puntuación de Goodreads, es decir, por estrellas (cinco estrellas el máximo y uno el mínimo). En mi puntuación general, intento ser más preciso y valoro del 0 al 10, incluyendo decimales. Pero voy a referir únicamente los quince libros que habrían alcanzado las cinco estrellas, y los diez que alcanzarían las cuatro estrellas. Por último, referiré los libros restantes, pero sin puntuación, para que no se sepa qué libros fueron los peores y no afectar una posible intención de lectura. Sobre todo porque sí ha habido libros que les hubiera valorado con menos de una estrella (pero Goodreads el mínimo es una estrella).

  1. Quince libros cinco estrellas
  2. Diez libros de cuatro estrellas
  3. Otros libros (de una a tres estrellas)
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Diez novelas con diferentes visiones sobre la maternidad

Muchas veces consideramos que la maternidad conlleva ciertos valores, como la abnegación, el amor, la paciencia, etc. Sin embargo, desde la visión de la maternidad, las mujeres podrían tener múltiples opciones.

En los últimos años, ha habido una tendencia de literatura que intenta dar visiones diferentes sobre la maternidad, incluyendo, claro está, la mujer que se niega a aceptar solo porque sí ese rol, o bien otro tipo de visiones.

En este listado, intentaré ofrecer diez novelas que he leído sobre la maternidad, y las iré descubriendo poco a poco, a tal suerte de que de último develaré cuál es la que más me gustó.

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De Bruno sí se habla, pero de Pedro Madrigal no

Encanto es la más reciente película animada de Disney, para la cual se realizó un estudio de mercado para entender lo que la gente quería ver de Colombia y ofrecerlo así en una versión descafeinada.

En ciertas partes, recuerda a Cien años de soledad por la alusión a una familia fundadora de un pueblo con propiedades legendarias, donde Alma Madrigal, madre de trillizos, es la matriarca de la familia, al estilo de Úrsula Iguarán de la novela de García Márquez.

Por cierto, ¿no debería conocerse a Alma por su apellido de soltera? Sin duda es un agujero de guion del cual Disney debió optar para simpleza de la historia, pero que no deja de ser un detalle que rompe el coco, tal y como no se explica cómo Mirabel pudo volver a la casa tras la visita del peligroso cuarto de su tío Bruno, ya que recordarán que pudo sortear un abismo en la ida, pero de regreso no pudo haber usado la misma vía, ya que se estaba desmoronando.

Otro detalle que recuerda a Cien años de soledad es la presencia de un secreto de familia, del cual no se quiere hablar. En la obra literaria, el tema tabú era la atracción de los Buendía al incesto, y que pese a las múltiples posibilidades de estos encuentros primo-prima o tía-sobrino, no se concretan por el temor a la leyenda, o más bien maldición, de una criatura con cola de puerco, y que finalmente ocurre, iniciando el fin de la familia.

La instalación de un pueblo, una familia central Madrigal-Buendía y que son vitales para el pueblo, los tabús y el pensamiento mágico, evidencian que los guionistas de Encanto debieron pasar por García Márquez y tomar algunos elementos para satisfacción de los espectadores. Vamos, que lo mismo hicieron con el pobre Pinocho, cuya obra original de Carlo Collodi no encuentra satisfacción del todo en su película.

El secreto familiar de los Madrigal se centraba en la figura de Bruno, una especie de Melquíades que podía visualizar el futuro y que profetizó la ruina de la familia. Es decir, Bruno profetizó la destrucción de la casa mágica de los Madrigal, mientras que Melquíades profetizó el exterminio de los Buendía. Luego vemos que Bruno no era el personaje malvado que todos creíamos al principio, sino que alguien a quien todos temían porque decía la verdad. La mayoría estaban molestos porque les aseguraba que terminarían calvos, panzones o que llovería el día de su boda.

No se habla de Bruno es, además, la canción más pegajosa de la película, en la cual se explica el tabú para no recordar al tío. El tema, con ciertos aires a Havana de Camila Cabello, se ha convertido en un éxito de Spotify.

Tras solventar la confusión de que Bruno era bueno, y que nunca se fue, que se quedó en la casa escondido en los rincones, y que todos comprendieron que no era maldad decir qué pasará en el futuro, si es que esto se convierte en verdad, todo termina más o menos bien, con la familia Madrigal unida, los pobladores que se habían aprovechado de la magia de la casa también colaborando, y Mirabel tomando su puesto en la familia, ya que se sentía ajena al no tener un don mágico.

Pero de quien no se habla en realidad es de Pedro Madrigal, el esposo de Alma, padre de los trillizos y fundador de la familia. Quien hereda su apellido y la vela que posee las propiedades mágicas. La película alude a que murió cuando los trillizos eran bebés, mientras emigraban porque “un grupo” incendió el pueblo. Este grupo a caballo persiguió a los desplazados, con el propósito de asesinarlos. Pero Ernesto los enfrentó en el río. Lo asesinaron, pero él de alguna forma “explotó”, matando también a sus atacantes, y luego se convirtió en magia para la vela y se tomó forma de roca para esconder el camino que iniciaba desde el río.

Pero más de eso, no se habla de Ernesto.

Las interpretaciones podrían venir según ciertas posturas ideológicas. Si hablamos de Colombia, bien podrían ser las FARC y/o el narcotráfico, con lo cual no quedaría mal con el statu quo colombiano, ya que su postura hegemónica se centra en el combate a estos dos grupos. El espectador de Estados Unidos y de Europa tampoco tomaría a mal esta interpretación de los agresores.

Sin embargo, la película deja abierto este punto y ser podrían buscar interpretaciones. Si volvemos a las analogías de Cien años de soledad, más podríamos recordar a Macondo convertido en hojarasca seca y quemada, luego de que la United Fruit dejara el lugar, o bien la misma masacre bananera de 1928, que es un leit motiv de García Márquez, y que describió en su novela, y a la cual sobrevivió José Arcadio Segundo, pero solo para darse cuenta que de eso no hablaba nadie.

En esta interpretación, la realidad de la película podría adaptarse no solo a Colombia sino a toda Latinoamérica, ya que problemas de masacres estatales propiciadas por la visión imperialista y anticomunista, podemos encontrar en todos lados. Incluso en el pacífico asiático o en África.

En otra interpretación, se habla de la guerra entre liberales y conservadores, que lo acerca más a Cien años de soledad de lo que se cree.

No es la primera vez que en Disney se asoma la temática imperialista. Si no, bastaría con Para leer al Pato Donald, la obra de Ariel Dorfman y Armand Mattelart en la cual demuestra que los cómics de Disney eran una especie de panfleto anticomunista y proimperialista en Chile, y que favorecieron al golpe de Estado sufrido por Salvador Allende a manos de Augusto Pinochet.

Quizá esté de más decir que la mejor base teórica que podemos tomar para este análisis viene de la psicología alternativa, y se refiere a las Constelaciones Familiares, que supone que los problemas psicológicos provienen más bien de lo que no se dice, de los secretos familiares, de problemas no resueltos por familiares antecesores, y que nos afectan.

En el caso de Cien años de soledad, esa repetición de Aurelianos y Joséarcadios, y en menor medida a las Úrsulas y Amarantas, termina por afectar a quienes se llaman igual, y mucho peor cuando hay confusión de nombres, como los gemelos Aureliano Segundo y José Arcadio Segundo, en cuyo caso, el verdadero Aureliano sería quien estuvo realmente en la masacre bananera, mientras que José Arcadio era quien organizaba las rifas y las fiestas en Macondo, pero una confusión al nacer alteró los nombres.

En Encanto, el no hablar de Bruno provocaba problemas, pero aún más el no hablar de Ernesto, ya que la familia había perdido sus raíces, y ello degeneraba en los problemas de Alma, al creer que perdía el control del futuro de la familia, Mirabel, que se sentía desplazada por no encontrar su lugar en la familia, Dolores que no encontraba el amor, e Isabel y Luisa, cuyo destino les afectaba terriblemente porque les exigía perfección sin descanso, y que se solucionó cuando el tema tabú de no hablar de Bruno-Ernesto se resolvió, la familia volvió a estar bien.

Los demonios sexuales en Mulata de Tal de Miguel Ángel Asturias

Xibalbá

El borracho bípedo –rió de su explicación el travieso Sisimite, se ventosea con pedos redondos y el que se vuelve cuadrúpedo para no caerse, con pedos cuadrados que mal se acomodan a su expulsión, pues no es la forma. Pero la forma no hace al caso, sino lo pestífero, ¿verdad, don Cadejo?, y en lo pestífero conocen las Siguanas, la Siguamonte y la Siguanaba, sí el bípedo o cuadrúpedo, se ha emborrachado con chicha o aguardiente.

Y por otra parte, además de tomarle el aliento anal al borracho (…)

Asturias, 1983 130-131

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¡Lotería!

Pasé mi infancia en los alrededores del Cerrito del Carmen y por eso la época entre la segunda quincena de julio y la primera de agosto era de las más alegres, por la presencia de las ferias. La primera en el mismo cerro, por la festividad de la Virgen carmelita, y la segunda por la Virgen de la Asunción, del otro lado de la Calle Martí.

Al principio, iba con mi papá a la feria, para subirme a los carritos chocones o para disparar al tiro al blanco, en donde una calavera bailaba al son de Bronco, Juan Gabriel o la Sonora Dinamita. Años después, me di cuenta de que acertarle a esas estrellas oxidadas no era tan difícil como parecía a mis nueve años, pero en aquel entonces me sentía orgullo por atinarle y ganarme un llavero de quetzal o una figurita de plástico.

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