Nuestras sociedades nos han empujado al consumismo, y por ello no hemos podido parar de comprar cosas. Incluso, en estos tiempos de crisis económica, la publicidad se ha vuelto más agresiva para intentar que los compradores potenciales no dejen de consumir productos innecesarios, ya que la tendencia actual se centrará en revisar qué es lo esencial para vivir y qué no.
Y, lastimosamente, incluso en países como Guatemala, que no ha llegado a la excelencia del consumismo, esta realidad es sensible. Nuestras casas han sido invadidas por muebles innecesarios, comida chatarra, electrodomésticos que no usamos, pero que sí consumen energía.
El cantor argentino Facundo Cabral citaba habitualmente en sus conciertos la historia del filósofo griego Diógenes, quien caminaba por el mercado y se reía de todas las cosas que ahí vendían y que él no necesitaba. Me imagino a Diógenes qué pasaría con él si caminara en medio de las estanterías de los Megamercados y las Rapitiendas, o si observara los anuncios de ventas por televisión, o los catálogos de cosméticos, ¡cuántas carcajadas no le saldrían!
Sin embargo, esto será muy difícil porque el mercado nos tiene mal acostumbrados. Es parecido a la escena de Un mundo feliz, la novela de Aldous Huxley, en donde los seres humanos estaban programados para no remendar ni reparar, sino comprar siempre cosas nuevas: ni un calcetín podían zurcir.
El reciclaje todavía no es, ni por asomo, una práctica habitual ni para el diez por ciento de la población. En otros países, como Estados Unidos y México, estas prácticas son más utilizadas. Tanto así, que se han animado hasta reciclar para volverlo de nuevo producto de consumo.
He ahí, por ejemplo, los programas televisivos que utilizan media hora de espacio para ofrecer los errores que los actores hacen durante las grabaciones: ¡un programa de errores! Y algo tan poco atractivo, es utilizado para vender más. También reciclan artistas cuya carrera ha terminado mal, y los relanzan en un programa para vender, aunque sea, un disco más. The Beattles produjeron, hace algunos años seis discos de grabaciones que, por contener algunos errores, no se incluyeron como la versión final. Canales de televisión por cable que ofrecen series y caricaturas de antaño, que hoy día parecen de producción ingenua, pero sirven para obtener algunos dólares más por un costo mínimo.
Nuestras sociedades están en busca de mayores opciones de reciclaje, pero con la condición de que éstas sirvan continuar con el círculo vicioso del consumismo.
Sin embargo, si se trata de reciclar vidas, este proceso no funciona. Y pienso, sobre todo, en esas personas que fallecieron soterrados en el basurero de la zona 3, que la vida los empujó a esa opción. A nadie les interesó que no tuvieran oportunidades; a nadie le interesó reciclarles la vida y ofrecerles mejores opciones. Ahora, yacen ahí tirados entre la basura. Las autoridades no se han mostrado muy afanosos en buscar los cuerpos, ya que los han de considerar tan basura como los montones de porquería apilada en ese lugar.
Nuestro basurero tercermundista es el resultado del desecho de los productos, que a su vez son los productos basura de los mercados primermundistas. Y mientras nuestra atención se desvía hacia políticos corruptos o hacia una victoria nuestra selección contra un equipo débil, más de la mitad de la población en el territorio nacional, y la mayoría de migrantes afuera del país, necesitan que la moda del reciclaje llegue a nuestro gobierno y renueven nuestras vidas para darles un mejor uso.
RECOMENDACIÓN: Única mirando al mar, novela del costarricense Fernando Contreras Castro.