La primera vez que sentí mariposas en el estómago fue por alguien especial.
Yo era de los niños que, si bien disfrutaba las vacaciones, cuando ya eran muy largas, me aburría y esperaba impaciente esos últimos días de enero previos a que iniciar el primer día de clases.
Cuando llegaban mis cuadernos, pero sobre todo mis libros, en diciembre, de la mano de mi papá, esa noche podía no dormir y devorármelos por completo, emocionado de todo lo que vendría en los próximos meses.
A medida que avanzaba el año escolar, recordaba esa noche y que seguramente ya lo había leído y que hice un gran esfuerzo por contenerme para no responder a los ejercicios, que, emocionado, hubiera querido hacer de una vez.
Sin embargo, lo desconocido siempre me ha preocupado y no podía dejar de sentir miedo en las vísperas de que algo nuevo empiece; el ciclo escolar, por ejemplo.
Reencontrarme con antiguos compañeros, saber si vendrían nuevas personas; quiénes serían mis profesores (¿me irá bien o me irá mal?) Pensaba que quizá alguno ya no se recordaba de mí (lo sé, era un miedo ilógico) y que todo lo construido, se iría a la basura.
En esa víspera, casi no dormía por esas preocupaciones. Y cuando iba camino al colegio, me sentía como que si fuera viajando a la guerra y las mariposas en el estómago, que sentía en esos días, me preocupaban mucho.
Esa víspera y ese camino eran sufridos. Todo el tiempo con el temor absurdo y las mariposas revoloteando en mi estómago.
Y luego, al concluir el ciclo, recordaba esa víspera y ese primer día y me daba cuenta de que no era para tanto, que el temor era injustificado y que las mariposas se iban tan pronto ponía un pie en el colegio.
Me daba cuenta de que el temor era en realidad por lo que iba a pasar en mi vida; esa nueva etapa en que empiezo de cero y podía construir un buen o un mal año y eso me preocupaba. Alguien esperaba por mí al final del ciclo y ese alguien era yo mismo, más alto, más cansado; diferente, en fin.
Lamentablemente, no aprendí la lección y aún ahora, antes de comenzar cada ciclo, vuelvo a sentir ese miedo, que se concreta en las mariposas en el estómago que no dejan de volar en mí.
Lo recuerdo ahora que terminan mis primeras vacaciones después de dos años y vuelvo a sentir esa misma sensación.
La primera vez que sentí mariposas en el estómago fue por mí.